Producir armas con Tokio: París sigue los pasos de Londres.


La normalización militar japonesa y la incipiente integración de sus industrias de defensa en el entramado occidental han dado otro paso más con el inicio de conversaciones entre Tokio y París para la firma de un acuerdo de cooperación en el desarrollo de armamento. De materializarse dicho acuerdo, Francia seguiría los pasos del Reino Unido, primer país que aprovechó la relajación de la política nipona de no exportar armamento anunciada en diciembre pasado. A la vez, ello supondría un paso más en la "normalización" de Japón como potencia. Además, Tokio gana algo de margen frente a Washington y quizás también se resta presión a favor de levantar el embargo armamentístico de la Unión Europea sobre China.

Unas conversaciones dictadas por la lógica empresarial
A diferencia del Reino Unido, cuyo interés nacional aconseja cooperar con los países vecinos de China para evitar que ésta supere la "primera cadena de islas" y pueda dedicar su atención al Atlántico Sur, donde presta apoyo diplomático abierto a Buenos Aires y contempla con poco disimulado interés el inicio de la producción de petróleo, París no tiene ningún dossier abierto con Beijing. Sin embargo, como ocurre en general con muchos otros países, su industria bélica se enfrenta a unos presupuestos de defensa menguantes a nivel doméstico y en el de muchos posibles clientes. Por otra parte, sin embargo, se abren nuevas oportunidades y en algunas zonas del planeta el gasto en armamento es por el contrario creciente. A la vez, el coste cada vez mayor de desarrollar ciertos sistemas avanzados hace difícil que un determinado país pueda afrontarlos en solitario.

De todo ello se deduce que la industria gala podría encontrar áreas de cooperación con la nipona. Esta última llevaba años presionando al Gobierno para que le permitiese colaborar con empresas extranjeras y vender sus productos en el exterior, habiendo advertido diversas voces de que su futuro se vería comprometido si Tokio no aceptaba dar estos pasos, que tuvieron lugar en diciembre del año pasado.

Alcance y contenidos aún por determinar
El anuncio público del inicio de las negociaciones no ha incluido demasiados detalles, con lo que es pronto para analizar el impacto de los posibles acuerdos que París y Tokio puedan firmar. Es posible que las conversaciones se alarguen, o que, aun en caso de alcanzarse rápidamente un acuerdo, éste tarde años en materializarse sobre el terreno.

Sin embargo, se ha demostrado una vez más, ya ocurrió tras el acuerdo nuclear civil entre Japón y Estados Unidos, que Francia juega fuerte en Asia, sigue con atención la evolución de la política japonesa, y está dispuesta a emplear todas sus cartas para no quedar al margen de una región económicamente dinámica pero repleta de conflictos. En dicha ocasión, París (igual que Moscú) siguió rápidamente los pasos de Washington y firmó su propio tratado con Tokio.

¿Otro pequeño paso adelante para Japón?
Asistimos, una vez más, a un pequeño cambio, quizás no muy importante en sí mismo, pero que tiene lugar en paralelo a otros muchos, dando en conjunto la impresión que Tokio continúa avanzando con paso lento pero firme hacia la llamada "normalización como potencia". Otro ejemplo reciente es la decisión de adquirir tres de las Islas Senkaku (que Beijing denomina Diaoyu) de su propietario privado, para reforzar su postura ante las pretensiones territoriales chinas.

De hecho, Japón jamás ha perdido el orgullo por sus Fuerzas Armadas, como demuestra la presencia de aviones Zero en todo tipo de museos, no solamente los de temática militar, y la asistencia masiva al templo de Yasukuni cada 15 de agosto (aniversario de su rendición) pero, tras la Segunda Guerra Mundial, se centró en la economía y confió en Estados Unidos para su defensa. La alianza con Washington continúa siendo un pilar imprescindible de la política de seguridad nipona, pero los cambios en la región, incluido el ascenso de China y el desarrollo de armas de destrucción masiva por Corea del Norte, han obligado a Tokio a rearmarse, no solamente en el sentido material del término sino, por encima de todo en el moral.

¿Más margen de maniobra para Japón ante Estados Unidos?
Desde el punto de vista nipón, estas conversaciones abren la puerta a facilitar la supervivencia de su industria bélica doméstica. Además del impacto directo de los posibles programas a desarrollar con París, el hecho de contar con más socios potenciales debería permitir a Tokio ganar algo de margen de maniobra ante Washington. No se trata de cuestionar la alianza con Estados Unidos, más necesaria que nunca, según la mayoría de observadores nipones, sino de poder negociar en ciertas áreas desde una postura más sólida.

Hasta ahora, Japón solamente contaba con armas domésticas, a menudo fabricadas bajo licencia o acuerdo de coproducción con America, o directamente adquiridas de dicho país. Un abanico más amplio de posibilidades debería, no solamente favorecer las posibilidades de supervivencia de la industria, sino también poder obtener mejores condiciones de Washington, inyectando más competición en esta área. Se trata de un fenómeno que también observamos en otros países. La India, por ejemplo, continúa comprando armas rusas pero se ha convertido en un importante cliente tanto para Estados Unidos como para Europa. Taiwán podría dar un paso similar, abriéndose a nuevos proveedores, especulándose con la compra de tecnología submarina rusa.

El triángulo estratégico UE-China-Japón: ¿está Europa más lejos de vender armas a China?
Otra posible cuestión a tener en cuenta es el futuro del embargo europeo sobre las ventas de armamento a China. Aunque no demasiado estricto, como demuestra la participación china en el proyecto Galileo, los últimos años Beijing ha maniobrado para intentar que se levante. A más de una empresa le gustaría acceder a dicho mercado, aunque existe un temor generalizado a perder propiedad intelectual y, por tanto, dinero a largo plazo. La posibilidad de cooperar con Japón podría, hasta cierto punto, compensar la ausencia del mercado chino, facilitando mantener el embargo.

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