Pakistán, ¿el gran perdedor de la guerra en Afganistán?


Si Washington -una vez más- abandona a su suerte a Islamabad, India consigue asentarse en Afganistán, y China no está dispuesta a ejercer de salvadora, el futuro de un Pakistán con graves problemas internos se presenta sombrío, y lo que es peor, puede suponer una amenaza a la estabilidad de la región.

Las declaraciones del Almirante Mullen ante el Comité de de las Fuerzas Armadas del Senado, en su despedida como Jefe del Estado Mayor Conjunto, acusando a Pakistán de ayudar a los talibán al afirmar que disponía "información creíble" que "la red Haqani es el brazo armado del ISI", han sonado a ultimátum a Zardari que recuerda lo sucedido en 1965 cuando Ayub Khan comenzó a inclinarse hacia la Unión Soviética, tras la guerra con India, y en 1988 con Zia ul Haq al inicio de la retirada soviética de Afganistán, y desde luego son un claro exponente del clima de frustración y malestar que impera en Washington por el "doble juego" de Islamabad en la lucha contra los islamistas.

Las difíciles relaciones de EEUU con Pakistán.
Las relaciones de EEUU con Pakistán siempre han sido difíciles y han estado sujetas a grandes cambios. Actualmente reconocen que Pakistán es pieza clave para resolver el conflicto afgano, hasta el punto de denominar el escenario como Af-Pak, pero no han comprendido el exacerbado sentido de la vulnerabilidad paquistaní a verse envueltos por India, ni valorado el alto precio que están pagando.

El deterioro de las relaciones con los norteamericanos en los últimos tiempos ha venido gestándose desde el incidente de Raymond Davis en Lahore y los ataques a la cadena logística aliada sufridos en suelo paquistaní; creció con la acción unilateral que acabó con Bin Laden; y se ha intensificado con las acusaciones por los ataques a la embajada norteamericana en Kabul y el asesinato del expresidente Rabbani. Acciones estas últimas en las que al parecer habría estado involucrada una rama en la sombra del ISI -conocida como "Sección-S"- dirigida por un grupo de nacionalistas paquistaníes obsesionados por tener "profundidad estratégica" frente a India, que ponen en peligro el apoyo político y financiero de EEUU.

En estas circunstancias Pakistán teme acciones unilaterales norteamericanas que pueden agravar sus problemas internos. La primera, que la ley que está debatiendo el Congreso paralice la importante ayuda recibida -20.500 millones de dólares desde 2001- que pondría en mayores aprietos a la maltrecha economía paquistaní acosada por múltiples males, entre otros, las graves inundaciones de 2010 y 2011.

El incremento de los ataques con aviones no tripulados es otra acción que puede contribuir a la inestabilidad, ya que si es verdad que consiguen acabar con dirigentes islamistas, como recientemente ha ocurrido con el supuesto jefe de la red Haqani en Afganistán, Haji Meli Khan, también implican la muerte de cientos de civiles que refuerzan las tesis talibanes y aumentan el sentimiento antinorteamericano de la población.

Aislamiento internacional, anarquía interna, y el peligro de una mayor presión de los islamistas y la insurgencia en Beluchistán, es el escenario que plantea la posible inhibición de EEUU y al que tendrá que hacer frente el débil gobierno de Zardari -y la oposición que lidera Ahwaz Sharif- que ahora, además, se encuentran con un nuevo revés por la creciente influencia de India en Afganistán.

El acercamiento de Afganistán a India.
Solo dos semanas después del asesinato de Rabbani, la visita de Hamid Karzai a India - la segunda en este año- ha puesto de manifiesto los crecientes lazos económicos y en materia de seguridad que han venido forjándose en los últimos meses y han concluido con la firma de un importante acuerdo. El aspecto más provocador para Pakistán del acuerdo estratégico firmado por Karzai en Nueva Delhi es que da pie a que India entrene y equipe a las fuerzas de seguridad afganas, llenando el hueco que dejarán las fuerzas aliadas a su salida de Afganistán.

Es indudable que tanto India como Pakistán, los dos vecinos nucleares y rivales, tratan de atraer a Afganistán a su orbita aunque con distintos métodos. India con los 2.000 millones de dólares de ayuda dedicados principalmente a proyectos de reconstrucción ha tejido una verdadera red de intereses y relaciones -y también de inteligencia- apoyada en los consulados de Mazar-e-Sharif, Kandahar y Jalalabad y las compañías indias asentadas en Afganistán. Pakistán, por su parte, ha optado por mantener contactos con la etnia pastún y tratar de controlar mediante el ISI a grupos talibán con la esperanza de que lleguen al poder en un futuro.

Ante este panorama de acercamiento afgano a India, y el probable fin de los acuerdos estratégicos con EEUU al no ser ya útil a los intereses norteamericanos, Pakistán se ha vuelto hacia China, "el amigo todo tiempo", en busca de apoyo y respaldo.

Los intereses de China y el apoyo a Pakistán.
Durante años Pekín ha apoyado a Pakistán proporcionando una crucial asistencia en el programa nuclear y cooperando en temas de inteligencia y armamento, hasta el punto de mantener unas estrechas relaciones que suponían una cobertura contra India, el rival de ambas naciones.

Agobiado por las crecientes dificultades políticas y económicas, Pakistán ha buscado en Pekín inversiones, acuerdos comerciales y apoyo político que eviten su aislamiento, pero una China con ambiciones globales no parece dispuesta a suplantar a EEUU en Pakistán: los intereses fundamentales chinos están en el este asiático y en su competencia con EEUU.

La estabilidad de Pakistán sí es importante para China por sus repercusiones en Xinjiang, pero no parece dispuesta a ir mas lejos, como confirma que en las últimas visitas de dirigentes paquistaníes a Pekín no hayan conseguido nada positivo, a parte de buenas palabras. En resumen, Pakistán se mueve en un terreno peligroso y necesita soluciones políticas para resolver sus problemas, pero su aislamiento y falta de apoyo internacional solo acarreará una crisis interna más grave y desestabilización regional.

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