Nuevo comunicado conjunto de seguridad Estados Unidos - Japón.


Reunidos en Washington, los ministros de asuntos exteriores y de defensa de Japón y Estados Unidos han emitido un comunicado conjunto que analiza diversas cuestiones relativas tanto a su alianza como más en general a Asia Oriental. Aunque el texto dedica bastante atención a China, descuida las relaciones entre ésta y Rusia. 

Amplio repaso a cuestiones de seguridad en la región.  
Como es tradicional en esta clase de comunicados, su texto constituye un viaje por las principales cuestiones de seguridad y defensa en Asia-Pacífico, con la excepción ya indicada de las relaciones sino-rusas, y más concretamente la política de Moscú en Siberia y el Ártico.
El comunicado reafirma el carácter "indispensable" de la alianza entre Tokio y Washington, y dedica bastante atención al incremento de las actividades militares chinas, especialmente su creciente presencia naval en los mares del Este y Sur de la China, sus programas de misiles de crucero y balísticos anti-buque, y sus actividades en los campos espacial y ciberespacial.
El texto incluye, entre los "Objetivos Estratégicos Comunes de la Alianza", animar a Beijing a jugar un papel "responsable y constructivo" en la "estabilidad y prosperidad regionales", consiguiendo su "cooperación en cuestiones globales" y su "adherencia a las normas de comportamiento internacionales" así como una mayor "transparencia" en relación a su "modernización y actividades militares". 

Otros dos objetivos relacionados con Beijing son la insistencia en una "resolución pacífica" mediante el "diálogo" de los problemas en el Estrecho de Taiwán, y el énfasis en la defensa del "principio de la libertad de navegación". Este último punto es una clara referencia a los repetidos intentos de Beijing de subvertir el orden legal internacional imponiendo una interpretación del derecho del mar en que China disponga de derecho de veto sobre la presencia de barcos de guerra de otras potencias en su Zona Económica Exclusiva, o más en general en cualesquiera aguas internacionales próximas a sus costas.

El comunicado se refiere explícitamente a la necesidad de promover tanto el "derecho internacional consuetudinario" como los "acuerdos internacionales" en dicha materia, en una advertencia clara que la creciente atención de Washington al conflicto del Mar del Sur de China no es un capricho pasajero. Sin entrar en detalles, son también objetivos estratégicos la cooperación en el acceso al espacio y el ciberespacio, y la seguridad de las "infraestructuras críticas", así como la "diversificación del suministro" de la energía y las tierras raras.

Más cooperación con India, Australia, y Corea del Sur. 
Otro aspecto destacado del comunicado son las referencias a otras potencias democráticas en Asia-Pacífico. Concretamente el texto recoge como uno de los objetivos estratégicos comunes el refuerzo de la "cooperación trilateral en seguridad y defensa con Australia y la República de Corea". Aunque con más cautelas, el comunicado también se refiere a la India y a la promoción del "dialogo trilateral" entre Washington, Nueva Delhi, y Tokio.
No contiene en cambio alusión alguna a Vietnam, potencia que se está rearmando a gran velocidad y cuyas relaciones con Washington se han normalizado rápidamente los últimos años, aunque sí a ASEAN en su conjunto. 

El texto confirma el soporte norteamericano a la presencia permanente (sin derecho de veto) de Japón en el Consejo de Seguridad de la ONU, política también expresada por Washington en relación a Nueva Delhi. Naturalmente es de preveer una fuerte oposición de Beijing a una reforma que desdibujaría su papel de principal potencia asiática en la organización, residuo histórico de una época en que China fue vista como futura potencia regional prooccidental bajo el liderazgo de élites cristianas. 

Los sistemas antimisiles podrían exportarse a terceros países. 
Un punto también destacado del comunicado es la confirmación de la posibilidad que el sistema anti-misiles SM-3 Block IIA, desarrollado conjuntamente por Japón y Estados Unidos, sea exportado a terceros países. Ello constituiría una excepción a la política nipona de no exportar armamento. 

Por dicho motivo, algunas voces la han criticado, añadiendo que el parlamento nipón no se ha pronunciado al respecto. Aunque también hay quien duda de su constitucionalidad, es preciso destacar que el veto a las exportaciones fue una decisión gubernamental tomada décadas después de la adopción de la actual Carta Magna.

Siberia, esa gran olvidada. 
Pese a la amplitud de los temas tratados, destacan las escasas referencias a Rusia en el texto. Solamente se la nombra en dos ocasiones, para animar a su participación "constructiva" en Asia-Pacífico y la resolución de la disputa sobre las Kuriles. 

No se refiere sin embargo el texto al peligro que China monopolice las inversiones en Siberia, y al consiguiente interés compartido por Moscú, Washington, y Tokio, en garantizar la apertura económica multivectorial de la región. Una vez más la relación Moscú-Beijing nos aparece como ese gran tabú, del que parece ser de mal gusto hablar en público, más allá de las grandilocuentes declaraciones oficiales de amistad eterna entre ambas capitales. 

Conclusiones: la alianza conserva su buena salud pero se enfrenta a importantes retos. El alcance y la profundidad del texto conjunto demuestran una vez más que la alianza entre Washington y Tokio va mucho más allá de la defensa del territorio nipón, adentrándose gradualmente en los principales aspectos de la seguridad regional. Sin embargo se encuentran a faltar importantes cuestiones, quizás incómodas o sencillamente no definidas, especialmente la política hacia Rusia. El resurgimiento geopolítico de esta potencia, evidente los últimos años en Europa y el Mar Negro, tiene como asignatura pendiente la definición por parte de Moscú de una política clara hacia sus regiones siberianas y el Océano Ártico, donde se podrían solapar sus intereses con los de Japón, Estados Unidos, y otras potencias como India o Vietnam. 

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La modernización económica de Rusia, objetivo del Kremlin una vez reconstruida en gran parte su antigua esfera de influencia, exige la llegada de tecnología y capitales extranjeros. Japón puede jugar un importante papel en este sentido, aunque las Kuriles continúan suponiendo un obstáculo de primer orden para la normalización de relaciones.


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