60 años de guerra: el bombardero ruso Tu-95 entra de nuevo en combate.



El pasado 17 de noviembre bombarderos rusos Tu-95 MS despegaron de la base de Engels, 830 km al este de Moscú, y volaron hacia el Ártico; luego pusieron rumbo al Oeste hasta llegar al Atlántico, descendieron hasta llegar a la altura de Gibraltar y se internaron el el Mediterráneo desde donde lanzaron misiles de crucero Kh-101 con destino a varios objetivos militares en las afueras de las ciudades sirias de Idlib y Homs. Ha sido el último despliegue de combate de un bombardero que hizo su primer vuelo en 1952, lleva 60 años en las fuerzas aéreas rusas y al que aparentemente aún le queda vida mediante su conversión en lanzamisiles de crucero. Un avión excepcional que a pesar de su venerable edad aún da miedo.

El Tupolev Tu-95, apodado Bear (oso) por la OTAN, es un bombardero cuatrimotor con alas en flecha de 35 grados con un alcance sin repostar de 6.400 km, aunque puede alcanzar 15.000 km usando el reabastecimiento en vuelo. Su velocidad de crucero está entre 650 y 700 km/h y la máxima alrededor de 850 km/h, y su techo son los 13.700 m de altura. Pesa en vacío 90 toneladas y el peso máximo al despegue es de 188 toneladas; las versiones modernas pueden transportar hasta 15.000 kg de misiles en la amplia bodega interna y en 4 puntos en las alas. El aparato es enorme, con 50,1 m de envergadura, 46,2 de longitud y 12,1 de altura: el fuselaje tiene 2,9 m de diámetro y lleva seis o siete tripulantes (piloto, copiloto, ingeniero de vuelo, operador de comunicaciones, navegante, artillero de cola y a veces un segundo navegante). Bajo la cola lleva una torreta con un cañón automático de 23 mm, doble en algunas versiones. En total se calcula fueron construidos más de 500 ejemplares.

Quizá el rasgo más espectacular del aparato son sus motores, cuatro turbohélices Kutnetsov NK12 de 14.800 CV de potencia unitaria, lo que les convierte en los más potentes de su tipo jamás fabricados. Cada uno mueve dos hélices contrarrotatorias de 4 palas con 6,2 m de diámetro en las últimas versiones. El NK-12 tuvo su origen en un equipo de ingenieros alemanes capturados y trasladados a la URSS tras el final de la guerra dirigido por Ferdinand Brandner cuya primera versión ya era capaz de ofrecer 12.000 cv de potencia. Los motores del Tu-95 se usaron también en otros aparatos como el An-22 Antei, un transporte que en su momento fue el mayor del mundo, o en el ekranoplano A-90 Orlyonok, así como en hovercrafts. Sólo motores como el Europrop TP400 del A400M se acercan (sin alcanzarla) a este nivel de potencia. Gracias a sus motores el Bear es uno de los aviones de hélice más rápidos; es también de los pocos con alas en flecha, que incluyen también unos ‘bulbos antishock’.

Nacido en plena Guerra Fría

El Tu-95 nació a principios de los años 50 de la imperiosa necesidad de la URSS por conseguir un bombardero de verdadero alcance intercontinental capaz de alcanzar los Estados Unidos. Su antecesor el Tu-85 no podía cumplir con ese papel ya que era poco más que una versión ampliada del Tu-4 ‘Bull’, una copia sovietizada del B-29, y sus motores de pistón hacían imposible semejante alcance. Los reactores de la época quemaban combustible sin mesura y tampoco podían proporcionar lo que se buscaba: un radio de combate de más de 8.000 km transportando al menos 11 toneladas de armas.

De ahí el uso de los turbohélices NK-12, que tienen mucho mejor rendimiento. Con ellos, incluso en las versiones originales, el Tu-95 cumplía con las necesidades soviéticas de la época. De hecho se convirtió en uno de los aviones míticos de la Guerra Fría en sus diferentes versiones.

Un Tu-95 (derecha) vuela junto a un caza F-16 noruego en una maniobra militar

Existen numerosas imágenes de aquella época en las que aparecen cazas occidentales de diferente origen y generación escoltando al gigantesco oso soviético en sus titánicas patrullas sobre el Atlántico durante los años 60, 70 y 80. Tanto el Tu-95 como el derivado de patrulla marítima y guerra antisubmarina Tu-142, del que se construyeron un centenar, convirtieron el poner a prueba las defensas aéreas de la OTAN en una costumbre con incursiones oceánicas antibuque (habitual era la versión Tu-92RT, con un gran radar de búsqueda en la panza) y poniendo a prueba las rutas transpolares de ataque a los EE UU, aunque parece ser que jamás con armas nucleares reales (como hacían los B-52 estadounidenses). 

La carga de armas reales se hacía desde búnkeres especiales y mediante una rampa de carga específica en un proceso que podría durar hasta dos horas. Las misiones de patrulla duraban hasta 11 horas y en las versiones más antiguas las condiciones de habitabilidad eran pésimas y las tripulaciones contaban con muy escasas comodidades para semejantes vuelos, que llegaban a ser dos semanales para mantener entrenado al personal.

Las misiones de patrulla durante la Guerra Fría duraban hasta 11 horas, algunas con unas pésimas condiciones de habitabilidad
En 1961 un Tu-95 especialmente adaptado transportó al Zar de las Bombas, la prueba nuclear más potente jamás disparada por la Humanidad, que superó los 50 megatones de rendimiento. Pintado de blanco ‘antiflash’ en la parte ventral el avión en cuestión estaba a casi 40 km cuando se produjo la explosión, pero a pesar de ello tuvo daños en la superficie como piezas fundidas. En condiciones de combate el Bear habría utilizado una serie de bombas de hidrógeno de hasta 2,5 megatones. Se llegaron incluso a construir 32 ejemplares de una versión de pasajeros denominada Tu-114 Rossiya que desde 1960 aún ostenta el récord de avión de hélice más rápido jamás en servicio.

El Tu-114 era capaz de llevar 270 pasajeros en tres clases, y estuvo operativo hasta 1991 en Aeroflot transportando a millones de pasajeros en líneas internas. Del Bear se desarrollaron también numerosas versiones: cisterna, de guerra electrónica, de alerta temprana con radares (AWACS), de enlace de comunicaciones estratégicas y de prueba de instrumentación y motores. Incluso se usó uno de ellos como avión experimental de propulsión nuclear. La India cuenta con ejemplares de una versión de exportación del Tu-142 de patrulla marítima adquiridos en los años 80. Los países producto de la descomposición de la URSS que heredaron aparatos como Ucrania o Kazajstán acabaron por retirarlos del servicio.

Detectable a grandes distancias
Pero como avión diseñado en los años 50 el aparato tiene ciertos inconvenientes imposibles de resolver. Su diseño y en especial los discos de las hélices son verdaderos ‘espejos’ para las ondas de radio, por lo que tiene una huella radárica enorme que puede ser detectada a grandes distancias. Además sus motores Kutnetsov NK12 son ruidosos; tanto que se dice que los submarinos occidentales pueden oírlos cuando vuelan por encima de ellos estando en inmersión. Por tanto su misión original de bombardeo por gravedad es hoy imposible, ya que jamás sobreviviría para llegar a la zona del blanco. El problema se ha resuelto dotando a estos aviones de misiles de crucero que les permiten atacar desde grandes distancias, tanto a buques de guerra como a blancos terrestres.

Es la disponibilidad de estas armas y la utilidad del sistema conjunto lo que llevó al gobierno ruso a reiniciar las patrullas con los Tu-95 en 2007, tras años de abandono debido a la descomposición de la URSS. Aparatos del estándar Tu-95MS con motores NK12MPT convertidos en transportes de misiles fueron devueltos al servicio, usando ejemplares construidos durante los años 80 y 90. A partir de 2008 la imagen de estos supervivientes de la Guerra Fría en las fronteras aéreas de la OTAN ha vuelto a convertirse en habitual, sobre todo armados con misiles de crucero de la familia Kh55/Kh-101 (As-15 Kent), una de cuyas variedades, el Kh-102, transporta cabezas nucleares.

Esta fue la configuración demostrada recientemente por la Fuerza Aérea Rusa: una misión que llevó a mediados de noviembre a ejemplares del Tu-95MS desde su base de Engels, en el centro de Rusia, sobre el Atlántico para entrar en el Mediterráneo y disparar una salva de misiles Kh-101 a blancos en el interior de Siria, y vuelta: más de 11.000 kilómetros. El vuelo duró más de 14 horas y contó con dos reabastecimientos de combustible; los misiles disparados eran convencionales, con una carga explosiva de 400 kg y hasta 5.000 km de alcance, y se dirigen usando el sistema de posicionamiento ruso Glonass. Observadores en el suelo han puesto en duda la precisión de estos misiles, en teoría de 10 metros pero en la práctica algo menor. En misiones anteriores los Bear usaron la ruta del Caspio-Irán-Irak, pero esta vez optaron por la del Atlántico, quizá para evitar tener que pedir permiso de paso. Los Tu-95 no pueden operar desde la base rusa de Khmeimim en Siria, cuya pista es demasiado corta.

El ataque demostró que el viejo Bear de la Guerra Fría sigue teniendo garras afiladas: a pesar de su falta de capacidades furtivas y su velocidad relativamente baja la posibilidad de disparar una salva de 16 misiles de crucero a 5.000 kilómetros de un blanco no es ninguna tontería. Las armas obsoletas también matan, y el Tu-95 todavía tiene capacidad letal a pesar de su edad y de los accidentes, como el que hizo estallar uno de ellos en el despegue en junio de 2015 causando la paralización de vuelos de toda la flota. Aunque sean aviones antiguos y a pesar de que estén entrando en su segundo siglo de uso la estampa de estos enormes cuatrimotores rusos sobre el Atlántico escoltados por cazas occidentales seguirá apareciendo en nuestros telediarios en el futuro inmediato. (Jesús.R.G.)

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