En unos años los aviones Harrier de la Armada, de los que se acaba de dar de baja al 25% de las unidades ahora le quedan doce dejarán de estar operativos. En ese momento sólo habrá una alternativa, los F-35B, y resulta muy alejada de las posibilidades presupuestarias de España. La paradoja es que para entonces la Armada prevé contar con dos buques de proyección estratégica (LHD), unas naves preparadas para servir como portaaviones. El alto precio de los aviones desarrollados en el programa militar más caro de la historia, liderado por la norteamericana Lockheed Martin, convierten a los F-35 en un objeto de deseo muy difícil de alcanzar. “España no ha formado parte de ese programa desde sus inicios”, recordaba en un encuentro con los medios el pasado jueves el Jefe de Estado Mayor de la Armada, (AJEMA) el almirante general Jaime Muñoz-Delgado. Por ese motivo, el precio que ahora se debería pagar por los aviones de este modelo, “para el que España no ha puesto dinero en su desarrollo”, resulta poco menos que prohibitivo.
Sin embargo, la previsiones de la Armada para el periodo 2020-2025,
el mismo en el que el AJEMA estima que dejarán de operar los Harrier, contempla la adquisición de un segundo Buque de Proyección Estratégica (LHD), que se uniría al actual Juan Carlos I, y que, como éste último, sería capaz de actuar de portaaviones. La única alternativa tras esas fechas, insiste el Jefe del Estado Mayor de la Armada, es el F-35B, versión VSTOL del también conocido como JSF (siglas de Joint Strike Fighter), pero su adquisición resulta más que complicada por su alto precio. El AJEMA mostró en el acto de la semana pasada su pesimismo sobre el
futuro difícil de la aviación embarcada, aunque precisó que tampoco
quería decir que vaya a desaparecer. Como alternativa última
únicamente insinuó la posibilidad de encontrar algún punto de
colaboración con el Ejército del Aire, sin especificar más.
El F-35, la única y cara alternativa
Incluso los países socios del programa JSF están teniendo
problemas por el disparado precio de este avión del que se han
desarrollado tres versiones: una convencional, otra preparada para
operar desde portaaviones de gran tamaño y una más para el despegue y el
aterrizaje vertical, como los que necesitará España para operar desde
sus LHD, el actual Juan Carlos I, que ha pasado a cubrir el hueco del recientemente dado de baja portaaviones Príncipe de Asturias, y el que la Armada prevé contar a partir de algún momento entre 2020 y 2025. El programa militar del F-35, el más caro de la historia, está liderado por Estados Unidos, pero también figuran como socios Turquía, Dinamarca, Italia, Australia, Holanda, Gran Bretaña, Noruega y Japón.
En todo caso, estos países no están obligados a adquirir los aviones
que están ayudando a desarrollar, sino que en general deben
seleccionarlos en sus correspondientes concursos nacionales a los que
también concurren otros modelos. El aumento de costes es el principal motivo por el que todos estos
socios de este programa, a excepción de Noruega, ya se han planteado, de
una manera u otra el recorte del número de unidades que inicialmente
habían previsto adquirir, o incluso, en algunos casos, la renuncia total
a la compra.
El temor a esos posibles abandonos, que aumentarían los costes y, por
tanto, la posibilidad de nuevas anulaciones, llegaron a disiparse en
parte en los últimos meses con la confirmación de algunas compras
previstas, como ocurrió recientemente en Holanda. Pero nuevos problemas siguen surgiendo en torno a este avión. Con el
estreno de 2014 saltó la noticia de que varios proveedores del programa,
Northrop Grumman Corp y Honeywell International Inc, y con conocimiento del Pentágono,
estaban tratando de contener el precio de sus fabricados empleando
piezas de origen chino, algo prohibido por las leyes y que deberá ser
sancionado. Según la estimación del Departamento de Defensa de EE UU, los cerca de 2.500 F-35 que
está previsto comercializar durante las próximas tres décadas
conllevarán un coste total de 391.000 millones de dólares (unos 300.000
millones de euros), un 70% más respecto al coste estimado en 2001. Si
España acaba adquiriendo alguno de ellos, por tanto, deberá pagar un
alto precio que las expectativas económicas auguran difícilmente
asumible. Los altos mandos de la Armada, encabezados por el AJEMA, son
hoy por hoy plenamente conscientes de ello.
Fuente: http://www.infodefensa.com/
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